martes, 9 de octubre de 2012

SALVEMOS A ERÉNDIRA




SALVEMOS A ERÉNDIRA
Con el agradecimiento a Carlos Berzosa, que relacionó tan acertadamente el cuento de García Márquez “la increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” con el panorama actual.




La cándida Eréndira lavaba el cuerpo enorme de su abuela en agua perfumada por un caldo de hierbas aromáticas que preparaba cada día. Cuidaba la casa, cocinaba y limpiaba para ella sin un minuto de descanso, sin una pausa para el placer o el juego, incluso antes de la desgracia. Hay criaturas que nacen deudoras o se convierten en víctimas apenas nacer. No hay justicia para ellas, ni siquiera la buscan, ni siquiera creen en la posibilidad de ser libres. Son esclavas del delito de nacer, como Segismundo.

Hay países, y con ellos los seres que nacen y viven dentro de ellos, que llevan años en el papel de deudores, de esclavos, de víctimas de sus acreedores. Zimbabue, Somalia o Nicaragua acumulan una deuda externa que les obliga a entregar su riqueza antes de dar de comer a sus niños, antes de atender a sus enfermos; antes, mucho antes de preocuparse de sus discapacitados.

Hasta ahora, la lógica perversa del sistema, sólo había esclavizado a países pobres, países que se situaban fuera del entorno europeo, lejos de la frontera mejicana, al sur de de la valla de Melilla. Jamás pensamos que esa valla pudiera desplazarse hacia el norte, muchos siguen sin creerlo. “España no es Uganda”, “España no es Grecia”, “España es Europa” nos repiten, nos repetimos.

Y sin embargo basta con acercar la lupa a nuestros pequeños detalles, basta con comparar las exigencias de la Troika con las dictadas hace unas décadas por el FMI a los países africanos y latinos ahora esclavizados para deducir que nuestro camino es el de la cándida Eréndira. Nuestra historia está escrita.

Fuimos Europa, es cierto, y eso hará más duro nuestro calvario, porque conocimos la bonanza de un estado con Seguridad Social universal y pensiones para todos. Porque pudimos estudiar en la universidad. Y esa es a la vez nuestra única fuerza, la única ventana, la luz que puede salvarnos.

Si la pequeña Eréndira hubiera conocido otro destino, si hubiera vivido libre, quizás no hubiera aceptado su desdicha. Y si se hubiera negado a humillarse y prostituirse cada día, la historia habría sido otra. Sólo con su complicidad podríamos salvarla, pero para eso tendría que saberse con derecho a no pagar, y capaz de sobrevivir sin su abuela.

Todos comprendemos en el caso de Eréndira que la justicia pasa por liberar a la víctima y olvidar el pasado, que no siempre las deudas deben pagarse, que cuando el deudor se ha convertido en esclavo debido a la avaricia despiadada de su acreedor, lo justo es no pagar. García Márquez lo deja tan claro que nadie defendería a la desalmada abuela ni su derecho a cobrar.

Nuestros dirigentes se han mostrado en su mayoría incapaces de enfrentarse a los opresores. No sabemos con qué amenazas o promesas les compran o qué fiebre les impide comprender que es necesario romper estas reglas, desencadenarnos de los mercados, escapar de esta lógica. Quizás desde el poder sea más difícil visualizar la evidencia. O puede que sea necesario mucho coraje para hacer algo que no se espera de nosotros, para inventar un rumbo no escrito.

Parece claro que es el pueblo el que ahora posee la lucidez, es el pueblo el que está tomando las riendas, mostrando el camino.

Los poderosos nos exigen además que les diseñemos alternativas. Y lo hacemos. Hay grandes economistas explicando las diferentes opciones. Pero si alguien pretendiera liberar a Eréndira no se lo impediríamos con la exigencia previa de una hoja de ruta para el mañana, con el argumento de que no hay otro futuro posible para la niña. El fin es la justicia en sí misma; no se puede admitir una situación de evidente abuso con la excusa de que no hay otra opción.

Leamos todos el cuento de García Márquez, aprendamos del enorme maestro, pero busquemos el modo de cambiar la historia:

¡Salvemos a Eréndira!.

lunes, 24 de septiembre de 2012

RECORTES Y RETALLADES





Desde 2011, en Cataluña los servicios públicos básicos han sufrido un deterioro sin precedentes. Cataluña fue la primera comunidad que aplicó el cuento de adelgazar para sanar. Un cuento que viene de las directrices del norte pero que se aplica con mucho más celo en el sur.

Es un tratamiento que mataría al organismo más sano, y que una vez que se empieza a aplicar tiene visos de ser irreversible y de convertirse en una patología mortal a la que es necesario adaptarse para morir con el menor sufrimiento posible. Hay un punto de no retorno a partir del cual solo se aplican cuidados paliativos.

Arthur Más lleva casi dos años aplicando la receta mortal con gran diligencia, y con efectos devastadores en el ente que dirige. Cataluña era uno de los territorios más sanos del estado, con educación y sanidad gratuítas, universales y de calidad. Pero sin alimento, sus servicios públicos se han convertido en el modelo del que huir.

Debido en gran parte a esta receta, los países del sur se están alejando de los del norte en calidad de servicios y por ende en calidad de vida, en deterioro económico y en desarrollo; así las cosas, Mas ha pensado que a Cataluña, que casualmente se encuentra pegadita a Francia, le conviene más aferrarse al Pirineo que “sostener” al resto de comunidades del sur. Que si se trata de descomponer Europa en dos zonas diferenciadas de ricos y pobres, quizás se pueda conseguir desplazar la frontera hasta el Ebro, en lugar de dejarla en el Pirineo.

Con este mensaje subliminar, se ha presentado a su comunidad, y cree haberles convencido de que la solución es desprenderse de lastre. Sin Andalucía, sin Murcia, sin Extremadura, los catalanes podrían pasar por laboriosos ciudadanos del norte, y serían acogidos entre los que culpan al caracter alegre de los ciudadanos mediterraneos de todos sus males.

La argucia le ha salido a pedir de boca. Los enfermos catalanes ya no se preocupan por la lista de espera y a los médicos dejó de cabrearles que se retrase 60 días el cobro de las guardias. A los estudiantes ya no les importa pagar las tasas más altas de toda su historia y los funcionarios renuncian mansamente a su paga de navidad. Lo único que ahora es importante para un catalán es conseguir que esas tasas se queden en Cataluña, que ningún haragán Gallego o Castellano se lleve ni un euro de los que los pensionistas catalanes paguen por sus medicinas.

El Sr Mas, ahora puede ahondar en su modelo de estado sin estado, donde los ciudadanos que pueden se pagan los servicios y los que no, se pasan sin ellos (sin universidad, sin medicinas, sin guarderías). Puede continuar con su plan de adelgazamiento mientras la sociedad debate si prefiere que le baje la pensión el estado español o el estado catalán, si opta por ser desepleado o desocupat, si puede soñar con una Cataluña campeona de la Eurocopa o tendrá que conformarse con seguir viendo a Pujol y Piqué jugar para la selección española.

Todos sabemos que los llamados ajustes no están dando resultado en ningún lugar, sospechamos que por ahí no vamos bien, y que hay más ideología que buena voluntad en este tipo de políticas. Pero esa ideología cala en una gran parte de la sociedad. No todos aspiramos a una sociedad más justa y más igualitaria. No nos engañemos, muchos ciduadanos sólo aspiran a salvarse ellos. Y ahora que parece que sólo unos pocos van a sobrevivir al naufragio, muchos piensan que cuanto más lastre se eche a la mar, más probabilidades tendrán ellos de subir al bote de primera clase. Y cuando digo lastre me refiero tanto a las autonomías zánganas que gustan de la siesta y el cachondeo, como a los sinpapeles, desempleados o pensionistas, que chupan recursos del estado.

Hay muchos catalanes críticos, hay miles de indignados y montones de protestas cada día contra el verdadero enemigo. Gran parte de la población sabe que la falacia de los recortes no es más que un pretexto para enriquecer a unos cuantos mientras nos precipitamos hacia el cataclismo. Pero hay también, como en todas partes una gran masa de ciudadanos de pensamiento insolidario y perezoso a los que es fácil manejar. La diferencia es que allí esos ciudadanos pueden esconder su vergonzante ideología tras una bandera que despierta respeto y simpatía en muchos foros tanto de la izquierda como de la derecha. Una bandera que en otro contexto reivindicaría un derecho legítimo injusatamente ignorado.

Es cansado pensar,  por eso son a veces tan peligrosos los símbolos.

lunes, 23 de julio de 2012

ARDE ESPAÑA




Es lunes, 23 de julio.

El fuego en Girona avanza hacia el norte, y Francia está en riesgo de contagio.


Escucho a un compañero decir en voz alta que lo mejor que le puede pasar a España es que la rescaten. 

Sus palabras se convierten en una corriente que me recorre. 

Siento miedo. 

El lenguaje ya no sirve.

Y sin lenguaje estamos perdidos.

¿En qué clase de mundo podría ser mejor morir que ser rescatado?. Nadie querría vivir en semejante lugar. En un lugar donde los unos ayudan a los otros para extorsionarlos, donde tu vecino te salva del fuego sólo si prometes regalarle tu casa.


Recuerdo que hace unos años me conmocionó una noticia sobre inmigración. Fue en el año 2002. Un barco cargado de refugiados afganos, el navío Siev X, naufragó cerca de Australia. Venían de indonesia, donde la policía les impidió atracar a pesar de tener una grieta en el casco. Una vez en alta mar pidieron asilo en Australia. El primer ministro australiano, el conservador John Howard, se lo denegó, y el barco estuvo desaparecido durante tres días. Al final, el barco naufragó y un total de 353 buscadores de asilo, incluyendo 150 niños, murieron. Los 44 supervivientes fueron rescatados al cabo de otros tres días. La lógica espeluznante del sistema empezaba a despuntar. Después vineron Irak, Afganistan, los CIES...

El sistema se había despojado de su máscara, había perdido los complejos, había quedado definitivamente en manos de psicópatas. A principios de este año se publicaba el libro “¿Es usted un psicópata?” de Jon Ronson. Según Ronson no tener remordimientos, no sentir empatía, mentir de manera patológica o ser manipulador son algunos de los rasgos que caracterizan a los líderes políticos. Y explica este fenómeno porque el sistema capitalista premia y eleva a los individuos con estos rasgos a los puestos relevantes.
Ya lo intuíamos. Lo fuimos descubriendo cuando escuchamos la noticia del Siev X, lo comprendimos cuando millones de ciudadamos exigimos que se parara la invasión de Irak; aquella mentira. No la paramos. El capitalismo continuó funcionando en contra de nuestra esencia, en contra de nuestra razón de ser, en contra de nosotros mismos.


Aún así, en ocasiones, quizás cuando la realidad es demasiado cercana, o demasiado atroz, nos negamos a reconocer la perversión de nuestro sistema. Los ciudadanos, los trabajadores, las personas normales (que diría Rajoy), no lo acabamos de asimilar.  No podemos creer que nos salven para dejarnos morir en sus manos.

Intuimos que la palabra rescate ha perdido su significado. Hay indicios: sabemos que ningún país quiere ser rescatado. Y eso se escapa a la lógica del lenguaje.

Pero, como la víctima que necesita creer en la bondad de su secuestrador para aceptar sin trauma la aberración de su vida,y para evitarse el descomunal esfuerzo que supondría aprender otra forma de existir, con esa ingenua y persistente confianza en lo establecido, esencial por otro lado para que el psicópata actúe, deseamos ser encerrados en la más oscura de las cuevas, agradecidos de que nuestro carcelero nos perdone la vida.

viernes, 20 de julio de 2012

BANKIA Y BART SIMPSON




Supongamos que Bart Simpson se dedica a guardar los ahorros de todo Sprinfield para custodiarlos. A cambio les promete un pequeño rendimiento y la promesa de que los protegerá.

Con ese dinero hace inversiones, préstamos, negocios..., en fin, el negocio va bien y el Sr Burns decide invertir. Le presta a Bart Simpson un millón de €.


Pasa un tiempo y... todos conocemos a Bart. El problema viene cuando llega el vencimiento del millón de € y tiene que devolverlo. Resulta que se ha gastado todo: el millón y los ahorros de sus conciudadanos.


Como no puede pagar, tendría que declararse en quiebra.  De este modo vendería todas sus pertenencias, devolvería primero los ahorros de los vecinos y, si queda algo, el millón de €.


Pero como al pagar a los ahorradores se quedaría sin pasta, esto haría que el sr Burns perdiera un millón de euros.


Además Bart no tiene avalista, así que no hay solución para el Sr Burns: el negocio fue ruinoso y ahora toca perder.... ¿O no?


No hubiera sido ruinoso si Bart hubiera tenido un avalista y si en lugar de tener preferencia en el cobro los ahorradores la tuviera el prestamista.


-¿Cómo cambiamos esto?- dice el Sr Burns.

-Pues cambiamos la legislación. – Contesta Smithers

-Pero Smithers, no se puede cambiar la legislación hacia atrás.

-Déjeme pensar, Sr Burns, esto puede tener arreglo... Le damos a Bart otro millón de €

-¡Smithers!

-Sr Burns, déjeme arreglarlo; si antes lo hicimos mal, ahora tenemos que empezar de cero, pero esta vez lo haremos bien. Imagine que le damos un millón de euros, pero se lo damos con condiciones nuevas, las que teníamos que haberle puesto desde el principio: hacemos que su madre sea la avalista, y nos inventamos una cláusula que diga que en caso de quiebra los primeros en cobrar seamos nosotros.


Y así consiguieron cambiar la historia: Bart sigue debiendo 1 millón de euros (el segundo millón se lo dieron para pagar la deuda que debía anteriormente, con ese millón cancela la deuda anterior y adquiere otra de igual importe pero en otras condiciones).

La primera condición es que Marge Simson, la madre de Bart, sea avalista de todas las deudas de Bart. Con esto consigue que Marge se haga cargo del millón de euros que debe su hijo.


Pero además hay que cambiar un par de cosillas:


Están los ahorros de los ciudadanos, que si son los primeros que cobran, se quedarán con el segundo millón de euros que recibió Bart para que no quebrara. Así que la condición será cambiar las leyes para que cuando le presten este segundo millón, los ahorradores hayan dejado de ser prioritarios, y este segundo crédito sea lo primero que pague el deudor en caso de quiebra.


También puede ser que Marge no tenga ese millón, así que hay que obligarla a reducir gastos y aumentar ingresos, poniendo a trabajar a toda su familia día y noche.


Y por otro lado Marge puede tener otras deudas u otras obligaciones, por ejemplo puede que a ella le parezca prioritario comprar comida o pagar el alquiler, así que hay que cambiar las reglas de manera que lo prioritario en la familia sea pagar a los bancos.


Ahora supongamos que Bart Simpson es Bankia, El sr Burns los mercados (principalmente bancos alemanes y franceses) y Marge Simpson el estado Español.


Más información en 15Mparrato

lunes, 18 de junio de 2012

¿Grecia da un respiro a Europa?

(Carta al director de El País)

Señor director:
Soy europea y formo parte de europa. Y quiero que sepa que yo no me siento aliviada por que Grecia haya decidido continuar pagando la deuda contraída por sus gobernantes de manera ilegítima e injusta, no me siento aliviada porque los bancos alemanes y franceses vayan a seguir cobrando sus intereses abusivos a cambio de que cada vez más niños griegos pasen hambre, cada vez más padres de familia griegos se suiciden, a cambio de que ya no exista ni la sanidad ni la educación para todos. No señor director, me ofende que se erija en portavoz de Europa con su titular de hoy “Grecia da un respiro a Europa”, y que identifique Europa con esa panda de usureros que venimos llamando mercados.

miércoles, 16 de mayo de 2012

SEÑORES: ESTO SE HUNDE




Mi madre ha pasado por una fuerte bronquitis que le ha dejado una secuela: se ha quedado sin olfato. 

Ella no le da importancia, lo ha tomado como un paso más en el deterioro propio de la edad. Pero yo no puedo dejar de imaginar. Imagino que un día al encender la cocina se produce un chispazo en el cuadro de luces de la entrada, y la caja empieza poco a poco a quemarse. Imagino a mi madre cocinando mientras escucha su concurso favorito de la tele, “¿En qué fecha se implantó la moneda única en la Unión Europea?” y ella se apresura a contestar antes que el concursante: en 2002, dice en voz alta. Mientras, el humo empieza a inundar el pasillo, y ella pela un par de ajos para machacarlos, se le caen las peladuras, pero no se molesta en recogerlas, “¿cuántos países forman parte hoy de la Unión Monetaria?”, y ahí ella duda; y yo en este punto dejo de imaginar; me deslizo por supervivencia a otra reflexión. Como en las pesadillas, despierto justo antes de la muerte.




Para salvarnos de una catástrofe es crucial reaccionar a tiempo. Y para reaccionar tenemos que aguzar los sentidos.

Esta mañana, mientras desayunaba con compañeras, me he acordado de mi madre. Intentaba hablar de Bankia, de los recortes, de la reforma laboral, pero ellas insistían en cambiar de tema. Los proyectos de vacaciones o los planes para el fin de semana eran una conversación mucho más apasionante que la inyección de capital a un banco privado.

Quizás no sea fácil interpretar los signos: oler el humo, notar el calor de la llama, percatarse de la destrucción que nos rodea. Llevamos mucho tiempo dejando las decisiones en manos de profesionales. El capitalismo fomenta la especialización: que cada uno sepa mucho de una sola cosa. Los ingenieros no saben escribir, los ciudadanos no entienden de política, los filólogos no saben sumar, un economista jamás ha plantado una lechuga, y un ejecutivo nunca cocina, ni siquiera será capaz de encontrar un extintor cuando la sartén entre en llamas.

Así que si un día nos cuentan que el sistema financiero español tiene unos activos tóxicos que podrían sumar 176.000 millones de euros, seguiremos machacando ajos con sal mientras contestamos las preguntas de Jordi Hurtado; si nos enteramos de que se rebajará en 10.000 millones de euros el presupuesto destinado a sanidad y educación públicas para evitar la bancarrota de un gran banco privado, nos sentiremos estafados, pero aceptaremos lo inevitable, y si acaso nos limitaremos a pedir que el responsable pague por ello mientras se nos llena el suelo de peladuras; si nos dicen que a partir de ahora no existirá la negociación colectiva y que nos podrán cambiar el horario  o bajarnos el sueldo sin apenas trámite, quizás resoplemos, o exclamemos algún lamento, pero unos segundos después nos parecerá más urgente buscar el vino blanco para añadirlo al almirez.

Y es que tenemos los sentidos atrofiados. Los ciudadanos por falta de costumbre en el manejo de cifras, por falta de perspectivas o de conocimientos, y los políticos… ¡Ay los políticos!

Es posible que ni ellos mismos quieran darse cuenta. Pero si lo supieran, si fueran conscientes de que el barco se hunde, se estarían preparando para caer casualmente en un Bote salvavidas como Francesco Schettino, y ni siquiera avisarían a los suyos.

Señores: esto se hunde. Y yo, en este punto, dejo de imaginar.



sábado, 28 de abril de 2012

Sólo unos pocos euros

- Señores, es que “no hay dinero”. -


Y uno se imagina a Rajoy abriendo ceremoniosamente una enorme caja fuerte que debiera contener todos nuestros ahorros, y mostrando a cámara su desolada magnitud.


¿Qué se puede hacer ante tan dramática situación? Los súbditos no tenemos más remedio que compadecernos del infeliz gobernante, y hasta comprender que nos pida unos pocos euros para paliar su desdicha.


Y sin embargo hay algo que no nos acaba de cuadrar en la escena. Nos echamos la mano al bolsillo para aportar solidariamente un granito de arena, pero en el último momento descubrimos una mueca que no encaja en ese rostro tan normal. Y agarramos las monedas con fuerza, y se nos queda la mano atónita en el bolsillo, atrapada como las manos de los monos engañados en el hueco del tronco.


¿Qué es lo que no cuadra? ¿Quién se ha gastado el dinero? ¿Quién debería llenar esa caja fuerte?.... ¡Eh!, ¡un momento! Esa es la pregunta: se deduce de sus palabras que él ha llegado aquí, a este puesto, únicamente para gastar, para administrar nuestra exigua riqueza. Y, claro, si lo único que puede hacer con nuestro patrimonio es gastarlo, se comprende que cuanto menos gaste mejor. Pero entonces ¿quién tiene que llenar las arcas?.


He aquí la primera trampa. Resulta que este cándido ex-candidato es el responsable de llenar la caja que nos enseña. Nadie lo diría a juzgar por la impotencia con la que pronuncia ese escueto discurso: “no hay dinero”  repite una y otra vez, repiten también sus colaboradores, y sus votantes, y las múltiples voces que, como un persistente eco se multiplican en radios, televisiones y tertulias de café.


Hemos descubierto la primera trampa, y nuestra mano,  la que sujeta las monedas del bolsillo, se empieza a relajar.


Pero hay más trampas. De ese “no hay dinero” se deduce que antes sí había. Y que si antes disponíamos de ciertos derechos era porque había dinero, y por tanto esa Educación Pública y Gratuita, esa Sanidad Universal que creíamos haber conquistado, no eran en realidad derechos, sino privilegios condicionados. 


Es cierto que con la actividad económica en retroceso los ingresos son cada vez menores, pero también lo es que no estamos haciendo nada por remediarlo, más bien parece que nos interesase paralizarla. En todo caso nunca ha habido dinero suficiente, siempre hemos necesitado endeudarnos, y siempre lo hemos hecho. La diferencia es que ahora lo hacemos “como Dios manda” (entiéndase Dios en sentido figurado), y ahora  “Dios” sólo nos deja endeudarnos un poquito, lo justo para que podamos pagar a nuestros acreedores mientras repetimos el eco del mensaje: “no hay dinero”.


Nuestra mano ya ha soltado las monedas, que han decidido quedarse al calor del bolsillo. Ya hemos pillado parte del engaño.


Pero hay mucho más juego sucio dentro de esa frase: la acusación velada al anterior propietario de haber dilapidado la fortuna, la insinuación de no tener nada que ver con ese despilfarro, o la utilización de la economía como disculpa para hacer reformas “valientes” y “estructurales” como la reforma laboral o la del código penal, que poco tienen que ver con el gasto público, pero que se justifican con esa imagen de la caja saqueada por otros.


Ahora, una vez que nos hemos parado a repensar la escena, nos negamos a ayudar a este hombre normal, que con gesto de mendigo, nos reclama unos euritos. Hemos descubierto la farsa.


No señor Rajoy, su súplica no nos ha convencido. Aunque, furiosos por el engaño, si no fuera porque pueden hacernos falta, lo que nos apetecería sería coger esos pocos euros y lanzarlos directos a su anodino rostro.



jueves, 19 de abril de 2012

No doy crédito

“No doy crédito”, repetía nuestro ex-presidente en una rueda de prensa en Bruselas, en mayo de 2010 “No doy crédito”, se decía una y otra vez con la esperanza de despertar de una pesadilla, de espantar con palabras la realidad obscena que se le venía encima hasta aplastarle.
No sé si recordáis el rostro desencajado de Zapatero cuando descubrió la realidad del Fondo Monetario Internacional, la verdadera intención de la Unión Europea. Probablemente todos hemos pasado por ese momento; durante estos meses, sin darnos cuenta hemos ido tomando ese mismo color marfil en las mejillas, hemos visto cómo se nos hundían los ojos, cómo se nos perdía la mirada y los labios eran incapaces de unirse entre sí. “No doy crédito” nos repite nuestro cerebro durante unos días, semanas, quizás meses. Es el fenómeno de la negación, el primer paso en cualquier duelo. No aceptamos la realidad porque es demasiado dramática. Nos aferramos a la rutina y a veces hasta dejamos de leer periódicos y huimos del telediario. Como el enfermo que ante los primeros síntomas se niega a consultar a su médico o le quita importancia a sus dolores.
Lo que había descubierto Zapatero era el objetivo real de las reformas impuestas por el Banco Central Europeo. Cuando en agosto de 2011 el Partido Socialista, con el apoyo del Partido Popular, aprobó la reforma del artículo 135 de la Constitución Española, estaba aceptando esa realidad indecente que le había descompuesto el talante.
Zapatero se rindió. Era de esa clase de enfermos que deciden dejarse morir. La parte imperdonable de su actitud es que en su caso el enfermo no era su propio cuerpo. Su humillación era la de todo un país, y con su cobardía traicionaba a todos sus paisanos, y especialmente a todos aquellos que confiaron su voto al joven líder que afirmó en 2004 aquello de “no os fallaré”. Él lo sabía, sabía que abandonaba, y lo hacía además dejando al enfermo en manos del peor de los doctores, el que forma parte del equipo de parásitos, el señor De Guindos, mensajero de goldman sachs, súbdito de los mercados.
El 9 de Abril de 2012 se debatió en el congreso la ley orgánica de “Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera”, que desarrolla la reforma constitucional de agosto de 2011. En el blog “Pijus Económicus” podéis ver una explicación de las intenciones de esta ley. En definitiva desarrolla ese fatídico artículo 135, que dispone, entre otras cosas, que “Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta.” Estas 6 palabras que, como sigiloso parásito se incrustaron en nuestra ley de leyes, son las que ahora se desarrollan en una Ley Orgánica, es decir en una ley que, según nuestro modelo jurídico, desarrolla “derechos fundamentales y libertades públicas”.
Nuestros derechos fundamentales, nuestras libertades públicas, están supeditadas desde agosto de 2011 a la necesidad de pagar con “prioridad absoluta” las deudas que contraigamos desde el estado o desde cualquier administración pública. Aún así, a pesar de la prioridad absoluta de que gozan nuestros acreedores, a pesar de la destrucción de derechos fundamentales que el gobierno de Mariano Rajoy ha anticipado desde sus primeros días, a pesar de la obediencia ciega de nuestros gobernantes, siervos del BCE, a pesar de todo, los insaciables mercados no se creen que vayamos a poder pagarles. Sus exigencias nos llevarán a la ruina, y arruinados no podremos cumplir con nuestros compromisos, por eso, como usureros despiadados, nos suben la prima de riesgo, nos desacreditan, nos sangran.
Es un proceso por el que han pasado numerosos países de Hispano América en los años 80 y 90, por el que está pasando Grecia. El FMI ha exigido estas políticas de desmantelamiento del estado desde hace décadas, y ha arruinado a todos aquellos países a los que ha “asesorado”.
Pero hay algo que no tenían todos esos países en vías de desarrollo que fueron destrozados por los organismos internacionales. Se trataba de países que jamás habían llegado a desarrollar un sistema público de educación universal y los medios de comunicación eran fáciles de controlar por los grupos de poder.
Nosotros llevamos un año despertando. Hemos visto cómo se decoloraban nuestras mejillas y se desenfocaba nuestra percepción. Se nos despegaron lentamente los labios. Pero ya hemos pasado la fase de negación. Ahora sí damos crédito. Nos ha costado aceptarlo, pero ahora sabemos cuál es nuestro cáncer. Habrá algunos que tiren la toalla como Zapatero, pero la mayoría, creo yo, nos negamos a dejarnos morir.

Sobre la reforma laboral


Una compañera me contó poco antes de la huelga general que cuando ella empezó a trabajar (tiene 63 años) se trabajaba los sábados.

En los años setenta hubo una enorme movilización social, con huelgas que ahora se llamarían salvajes, gracias a las que se consiguió en algunos sectores la semana laboral de cinco días. En aquella época incluso los colegios se abrían el sábado por la mañana. 

Siempre he tenido el recuerdo del primer sábado que no hubo colegio. Mi abuelo había estado de viaje, y aquel sábado nos vino a buscar a mi hermana y a mí para llevarnos a la plaza mayor.

Esa misma noche, tras hablar con mi compañera, llamé a mi madre para preguntarle dónde había estado de viaje mi abuelo. Durante mucho tiempo había prolongado la inocencia infantil. Y sin embargo la contagiosa alegría de aquella mañana hizo que mi recuerdo se grabara hasta que, cuarenta años después, se me ocurriera hacer por fin la pregunta. 

Por su puesto el viaje de mi abuelo había sido muy corto. Pasó varios días en un calabozo de Salamanca.

La actual reforma laboral permite al empresario disponer libremente del 5% del horario del trabajador: aproximadamente 90 horas al año. Que podrían distribuirse por ejemplo en 22 sábados a media jornada.