miércoles, 11 de noviembre de 2015

Un ojo en el muro




Aunque probablemente su estrategia no esté tan elaborada, el poder intuye que su baza consiste en esparcir ese espíritu perdedor que nos deja cautivos y desarmados antes de la batalla. 



Hasta Pablo Motos reconoce que teníamos razón, que fuimos la palanca que hizo posible que se abriera un ojo en el muro del sistema a través del cual ya todos podemos ver el otro lado. Ya no cuela el discurso de que no hay dinero, de que el único camino posible pasa por renunciar a la sanidad universal y a la enseñanza gratuita. Ahora sabemos que nos engañaron, que los bancos siguen ganando millones de euros con el dinero público que nos han robado para pagar sus deudas. Ahora sabemos que hay otro camino que no quisimos recorrer.

Y sin embargo nos dicen que según las encuestas el PP va a volver a formar gobierno, esta vez con el apoyo de su avatar rejuvenecido, limpio y formal. Me pregunto cómo es posible que queramos continuar así. Que aceptemos que nuestros hijos sólo podrán ir a la universidad si tenemos la suerte de no ser despedidos antes de que cumplan los veinticinco, que aceptemos que más nos vale no caer enfermos de repente porque es muy probable que nos toque esperar más de doce horas en urgencias, que aceptemos que nuestra jubilación será precaria y tardía y que cada vez más trabajadores tendremos que conformarnos con salarios de miseria y contratos temporales.

Hay muchas explicaciones posibles, pero yo creo que la más verosímil para un escenario tan catastrófico es el triunfo de la resignación. España vivió una traumática dictadura en la que los que no se resignaron lo perdieron todo, y los que acataron el orden establecido pasaron cuarenta años regodeándose en su sumisión. Con este pasado resistir, diferenciarse, romper la estructura prevista es un acto heroico sólo asumible cuando la victoria está garantizada.

Aunque probablemente su estrategia no esté tan elaborada, el poder intuye que su baza consiste en esparcir ese espíritu perdedor que nos deja cautivos y desarmados antes de la batalla.

No quiero imaginar lo triste que sería que lo consiguieran. Pensemos en el día después, ¿queremos ser cómplices de la continuidad de la LOMCE, la ley mordaza, la reforma laboral y el copago sanitario? Si consiguen convertir las navidades 2015 en la fiesta de la resignación, seguramente los perdedores no reprocharán el voto a los culpables, simplemente brindarán por cortesía y se irán pronto a la cama mansos y abatidos, incapaces de encontrar de nuevo el hueco por el que vislumbrar una brizna de esperanza.