jueves, 19 de abril de 2012

No doy crédito

“No doy crédito”, repetía nuestro ex-presidente en una rueda de prensa en Bruselas, en mayo de 2010 “No doy crédito”, se decía una y otra vez con la esperanza de despertar de una pesadilla, de espantar con palabras la realidad obscena que se le venía encima hasta aplastarle.
No sé si recordáis el rostro desencajado de Zapatero cuando descubrió la realidad del Fondo Monetario Internacional, la verdadera intención de la Unión Europea. Probablemente todos hemos pasado por ese momento; durante estos meses, sin darnos cuenta hemos ido tomando ese mismo color marfil en las mejillas, hemos visto cómo se nos hundían los ojos, cómo se nos perdía la mirada y los labios eran incapaces de unirse entre sí. “No doy crédito” nos repite nuestro cerebro durante unos días, semanas, quizás meses. Es el fenómeno de la negación, el primer paso en cualquier duelo. No aceptamos la realidad porque es demasiado dramática. Nos aferramos a la rutina y a veces hasta dejamos de leer periódicos y huimos del telediario. Como el enfermo que ante los primeros síntomas se niega a consultar a su médico o le quita importancia a sus dolores.
Lo que había descubierto Zapatero era el objetivo real de las reformas impuestas por el Banco Central Europeo. Cuando en agosto de 2011 el Partido Socialista, con el apoyo del Partido Popular, aprobó la reforma del artículo 135 de la Constitución Española, estaba aceptando esa realidad indecente que le había descompuesto el talante.
Zapatero se rindió. Era de esa clase de enfermos que deciden dejarse morir. La parte imperdonable de su actitud es que en su caso el enfermo no era su propio cuerpo. Su humillación era la de todo un país, y con su cobardía traicionaba a todos sus paisanos, y especialmente a todos aquellos que confiaron su voto al joven líder que afirmó en 2004 aquello de “no os fallaré”. Él lo sabía, sabía que abandonaba, y lo hacía además dejando al enfermo en manos del peor de los doctores, el que forma parte del equipo de parásitos, el señor De Guindos, mensajero de goldman sachs, súbdito de los mercados.
El 9 de Abril de 2012 se debatió en el congreso la ley orgánica de “Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera”, que desarrolla la reforma constitucional de agosto de 2011. En el blog “Pijus Económicus” podéis ver una explicación de las intenciones de esta ley. En definitiva desarrolla ese fatídico artículo 135, que dispone, entre otras cosas, que “Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta.” Estas 6 palabras que, como sigiloso parásito se incrustaron en nuestra ley de leyes, son las que ahora se desarrollan en una Ley Orgánica, es decir en una ley que, según nuestro modelo jurídico, desarrolla “derechos fundamentales y libertades públicas”.
Nuestros derechos fundamentales, nuestras libertades públicas, están supeditadas desde agosto de 2011 a la necesidad de pagar con “prioridad absoluta” las deudas que contraigamos desde el estado o desde cualquier administración pública. Aún así, a pesar de la prioridad absoluta de que gozan nuestros acreedores, a pesar de la destrucción de derechos fundamentales que el gobierno de Mariano Rajoy ha anticipado desde sus primeros días, a pesar de la obediencia ciega de nuestros gobernantes, siervos del BCE, a pesar de todo, los insaciables mercados no se creen que vayamos a poder pagarles. Sus exigencias nos llevarán a la ruina, y arruinados no podremos cumplir con nuestros compromisos, por eso, como usureros despiadados, nos suben la prima de riesgo, nos desacreditan, nos sangran.
Es un proceso por el que han pasado numerosos países de Hispano América en los años 80 y 90, por el que está pasando Grecia. El FMI ha exigido estas políticas de desmantelamiento del estado desde hace décadas, y ha arruinado a todos aquellos países a los que ha “asesorado”.
Pero hay algo que no tenían todos esos países en vías de desarrollo que fueron destrozados por los organismos internacionales. Se trataba de países que jamás habían llegado a desarrollar un sistema público de educación universal y los medios de comunicación eran fáciles de controlar por los grupos de poder.
Nosotros llevamos un año despertando. Hemos visto cómo se decoloraban nuestras mejillas y se desenfocaba nuestra percepción. Se nos despegaron lentamente los labios. Pero ya hemos pasado la fase de negación. Ahora sí damos crédito. Nos ha costado aceptarlo, pero ahora sabemos cuál es nuestro cáncer. Habrá algunos que tiren la toalla como Zapatero, pero la mayoría, creo yo, nos negamos a dejarnos morir.

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